Le condujo a un lugar donde había una enorme
montaña de arroz, cocinado y listo para servir de alimento. A su alrededor,
había cientos de personas hambrientas, pálidas y demacradas, que tenían en sus
manos palos de dos y tres metros de largo. Llegaban a coger el arroz, pero no
se lo podían llevar a la boca debido a la longitud de los palillos. Era un
terrible sufrimiento tener delante el arroz sin poder comerlo.
A continuación, el maestro condujo al discípulo a
otro lugar donde había una enorme montaña de arroz, cocinado y listo para
servir como alimento. A su alrededor, había cientos de personas felices y
llenas de vitalidad, que tenían en sus manos palos de dos y tres metros de
largo. Llegaban a coger el arroz, pero, en vez de intentar inútilmente
llevárselo a su propia boca, llevaban el arroz a la boca de las personas que
tenían a su alrededor. Así todos quedaban saciados y felices en una gran
comunión fraterna.
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